Febrero 2020.
El peso iba bajando y para qué mentir, a mí cada día me gustaba más. Los kilos de los que hablé al principio, como veis, fueron un engaño y la báscula se convirtió en otra amiga para mí. Cada semana me subía a ella con la esperanza e ilusión de haber bajado un poquito más y si no, castigarme el doble.
Castigarme en sentido estricto.
Las aplicaciones de “comida real”, el mundo de las redes sociales y las influencers, a mí, personalmente me ha hecho mucho daño. Fue tanta mi obsesión que dejé de disfrutar de todo tipo de alimento que no fuese “real”, llegando a comer al día un par de manzanas.
Pesaba cada gramo de comida, medía cada alimento para comerme el más pequeño y llegó a darme pánico beber agua.
¿Hasta dónde puede llegar? Pensaba.
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