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116 BALDOSAS

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Foto del escritorRuth Ortiz Martínez

Hasta día de hoy.

Cuando salí de allí, todo me parecía nuevo. Siempre he ido muy poco a poco y con ayuda. Sí que es cierto que en este tipo de enfermedades, hay que ser muy consciente de que se quiere vencer, aunque nos autoengañe en numerosas ocasiones. Hay que tener el coraje de querer salir de ella y si uno quiere, tarde o temprano, se consigue.

Aprovechaba cada soplo de aire que me regalaba el día. Intenté rascar lo último que me quedaba de verano y no os miento si os digo que no me costó o no me sigue costando.

Pero ¿quién querría volver a ese infierno? Solo esa pregunta a mí, personalmente, me hacía y me hace avanzar. Ese pensamiento y muchos otros.

El mes ingresada me hizo reflexionar muchas cosas, pero de verdad, porque no tenía otra cosa qué hacer aparte de leer.

Reflexioné tanto sobre cómo era y en lo que me había convertido que lloré más de una vez. Valoraba, aun estando presa, lo bien que se está cuando nos sentimos libres, cuando disfrutamos y cuando lloramos de alegría.

Hacía tiempo que no me reía a carcajadas, que no disfrutaba de una cerveza y de la vida; pero qué feliz me siento ahora pudiendo escribir que estoy a un paso de ser libre totalmente.

Con todas mis revisiones que voy teniendo y con esa ayuda que me ha dado alas para ser la que soy, no sabéis la alegría que inundó mi cuerpo cuando escuché:

- ¡Ruth, ESTÁS SANA! ¿Cómo te sientes si te decimos que tienes el alta muy cerca?

Las miradas de mi psicóloga y mi enfermera conectaron a la perfección, y esta vez no con ese miedo, si no con ojos vidriosos, de felicidad, de entusiasmo y sobre todo de entrega. Aplaudían y me miraban con esa lagrimilla casi cayendo. Ya me daban incluso la enhorabuena. Y al igual que me quedé con aquellas palabras horribles el día antes de mi ingreso, supe quedarme más aun con las que escuché hace una semana: ¡Ahora sí estás guapa! ¡Qué mirada de felicidad tienes ahora! Es un trabajo y esfuerzo enorme el que estás haciendo y mira todo lo que has conseguido.

E imaginaos, si ellas estaban emocionadas por mi trabajo, yo, ¿cómo estaba? Mis lágrimas de felicidad eran tan reales que no me podía creer lo que me estaba pasando en ese momento. Y sigo sin creerlo hoy en día. No me ha dado tiempo a asimilar tal noticia. El día que me den el alta creo que me voy a tener que pellizcar más de mil veces para creerme que me está pasando.

Tengo que seguir con terapia por diferentes motivos y circunstancias, pero entro feliz, contenta y con el papel del alta ya casi debajo de mi brazo. ¡¡¡Que subidón, qué alegría y qué alboroto!!!

Ahora sí, mi vida está empezando a florecer. Me siento viva. Sana y feliz. No hay nada que me pare ahora, he perdido mucho tiempo y mucha vida y no estoy dispuesta a hacerlo más.

Cuando viene a decirme cualquier cosa mi querida amiga, sé cómo evitarla. La tengo presente siempre pero ahora, la fuerte soy yo. La saludo y con las mismas la despido. A veces me habla más de la cuenta, entonces cojo una cerveza y la escucho, hasta que se canse y se vaya. Antes me fiaba de ella, me hacía creer que lo mejor estaba de su mano, pero eso nos ha pasado a todos, ¿verdad? ¿A quién no le han prometido algo y luego no lo han cumplido? Pues no dejemos que nada ni nadie nos haga falsas promesas. Hay que ser libre y con ello, feliz. Porque va todo sobre ruedas.

Una vez me pasaron un texto que decía: “Un guerrero no utiliza la palabra intentar. Intentar es mentir. Intentar es un elemento de imprecisión que te proporciona una excusa. Implica que puede que no lo consigas, y si no lo haces, no será tu culpa. Intentar significa que te estás escudando inconscientemente en factores desconocidos que pueden impedir que alcances tu objetivo. En vez de decir lo intentaré, un guerrero dice lo haré.” Y eso he hecho, aunque me he escudado millones de veces en falsos “lo intentaré”, ya puedo decir que lo estoy haciendo, consiguiendo y finalizando.

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Guerreros de la roca... tú eres una guerrera eterna! Abrazos a la distancia guerrera♥️

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Gracias por leerme y por tus palabras, Astrid!

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