Carta a un amigo imaginando que han pasado cinco años y que sigues afectada por la anorexia.
Querido amigo,
Quería contarte lo que nunca te dije, aunque supongo que tras tanto tiempo detrás de este infierno sabes bien por donde quiero ir.
No soy capaz de quitarme este peso de encima. No hay ni un solo día en el mes en el que no esté siendo mi aliada y mi compañera.
Han pasado cinco años desde que llevo metida en este agujero y no puedo más. Me ha quitado todo lo que se le puede quitar a una persona. Yo que era tan feliz…
Se me están olvidando qué era la libertad, la felicidad, el poder disfrutar de las pequeñas cosas, el sentimiento de un abrazo, un beso… Ya nada de eso existe en mi vida. Mis sueños se desvanecieron por completo, mis metas se quedaron en pensamientos lejanos y mi vida está paralizada.
¿Te acuerdas cuando soñaba con ser policía o con tener una familia? O la de veces que hemos pensado en poder irnos a la montaña a respirar el aire puro mientras veíamos el reflejo del sol en el río. Ahora nada de eso puede ser posible. Yo no tengo fuerzas para salir ni me encuentro con ánimos para hacerlo. Mis piernas cansadas me impiden andar como me gustaría, no tengo fuerzas para hacer la mayoría de las cosas y además, solo te tengo a ti. He perdido amigos, ilusiones y esperanzas.
Parece mentira que me haya convertido en quién soy ahora y no pueda poner solución. Cuanto más intento quitármela de encima, más cerca estoy.
Recalco, y siento ser tan pesada: me ha quitado la vida, o incluso peor, estoy muerta en vida, porque, si no puedes vivir, ¿para qué hacerlo?
Yo que soñaba con pequeñas cosas y tenía todo de mi mano, he dejado que se me fuera, por estar inmersa en esto y no haber sabido ponerle freno. ¿Qué sentido le veo ahora a la vida? ¿Qué puede hacerme sujetar a ella? Es un querer y no poder continuo.
Y que mal, que horror y que tristeza. Os veo a todos disfrutar, ser felices e ir cumpliendo vuestros sueños, aspecto que me alegra, pero si te soy sincera tampoco siento mucha empatía porque he dejado de sentir, solo pienso en mí y en mi enfermedad, estoy envuelta en ella como un gusano a su seda.
No me imagino una vida como antes, parece que he vuelto a nacer y esto es un martirio.
No quiero pensar en todo lo que mi vida hubiera sido si no llevase tanto tiempo así, pero es cierto que como un gran sueño al que nunca voy a poder tener acceso y mira que tampoco pido tanto, pero ahora ya es tarde. Me he quedado aislada física y mentalmente, porque mi cabeza está bloqueada. Mi apatía me hace ser como un ser ausente, mi tristeza es permanente y aunque a veces me entren ganas de luchar, sé que después de cinco años así, nada volverá a ser como antes.
Vivir como lo estoy haciendo yo, que es estar dejando que el corazón lata poco a poco y muy despacio no es vivir. Mi alma se fue con ella y no siento nada.
Y esto, básicamente es el resumen de todo lo que puede quitarte una amiga a la que haces mucho caso, sin darte cuenta y la que, repito por última vez, te está quitando el mayor tesoro que tienes: el alma y la vida.
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